sábado, 31 de octubre de 2009

La horchata

No sé por qué, pero me acaba de venir a la cabeza la historia del origen de la palabra horchata, esa clásica e increíble bebida eminentemente valenciana y, en concreto, extraída de los campos de chufa de Alboraya. Alguno no se la cree, pero como yo sí, y además me gusta, os la cuento.

El caso es que iba Jaime I El Conquistador cansado sobre su caballo tras la reconquista de las tierras valencianas a los musulmanes cuando una moza levantina le ofreció una bebida de color blanco. El monarca aceptó la oferta y, tras dar un largo trago, le dijo en valenciano: Ché, això és or, xata! (¡Eh, esto es oro, chata!). Y, desde entonces, con orxata (horchata) se quedó. Mola, ¿no?

Jálogüin


No me gusta la tradición de Halloween. Un año me tiraron un huevo y otro vi cómo tumbaban un autobús. Me parece una ocasión para que los macarras den rienda suelta a sus macarradas, además de una horterada y una americanada. Por cosas como ésta sí que soy "anti-yanki". Ahí lo dejo.

jueves, 29 de octubre de 2009

Siempre juntas

¿Os habéis fijado alguna vez que hay palabras que van siempre juntas? Una pequeña demostración:

Cerrada y calurosa (ovación); apretado aplauso; frío y cerebral; orgullo y satisfacción; ecuánime y ponderado; elegante y distinguido; Topete, Serrano y Prim; Padilla, Bravo y Maldonado; y, cómo no, nuestros amigos... Ortega y Gasset.

Cantar en la ducha

Menos depresiones habría si cuando nos hacemos mayores no abandonáramos esos clásicos de cantar en la ducha o en el coche a pleno pulmón... vamos, creo yo.

miércoles, 28 de octubre de 2009

Derecho a la sobremesa


¡Qué importante es la sobremesa! Hacía tiempo que no la valoraba tanto como hoy, que no la he tenido. La persona con la que comía tenía que volver al trabajo. Lo que yo me pregunto es cuánto le quedará a la empresa en la que trabaja, porque si no deja a sus empleados ni tiempo para una pequeña sobremesa, los tendrá de mala leche toda la tarde.

Y es que la sobremesa es tan importante como la comida, hasta tal punto que yo diría que si no hay tiempo para ella, no se debería comer. Más vale pasar hambre que tener la comida pesando el resto del día. Hemos de humanizar la comida, y la sobremesa es capital para ello. En fin, que ya que estamos todo el día reclamando derechos, yo me apunto a la fiesta y exijo el derecho de los trabajadores a una sobremesa digna.

Sabio Sabino

Hace unos días falleció Sabino Fernández Campo, ex- Jefe de la Casa Real. La verdad es que cuando vi la noticia no sabía ni quién era. Pero me he ido informando, y en pocos días ya me ha conquistado la personalidad de este hombre bueno, sabio, sencillo, clásico, patriota, elegante y con un gran sentido del humor. Lo que me ha terminado de convencer es este formulario (pincha en él para verlo bien) que rellenó para ABC hace ya unos años:

lunes, 26 de octubre de 2009

El fútbol de antes

No hace tanto que el fútbol era, salvo un partido, los domingos por la tarde y tocaba escucharlo por la radio. Ni que se jugaban los partidos de Primera en los míticos Las Gaunas, El Helmántico o el Rico Pérez. No hace tanto del Dream Team ni de la Quinta del Buitre. No hace tanto que la Liga tenía más emoción hasta el final porque las victorias sólo sumaban dos puntos. Ni que uno de los mayores atractivos del final de temporada era la promoción... ¡ay, aquél Albacete- Salamanca y su prórroga! No hace tanto que sólo entraba en Champions el que quedaba primero, ni que el Depor era un recién ascendido. No hace tanto que se daban tacones, se hacían chilenas y palomitas y había tanganas en los partidos. Ni que los minutos añadidos eran pura incertidumbre. No hace tanto que había futbolistas feos, fumadores o con bigote. Ni que todo era un poco más cutre o, mejor dicho, menos glamuroso y, quizá por ello, más familiar, más acogedor, más de andar por casa.

Nos han cambiado el fútbol de la noche a la mañana, y el fútbol de anoche es ya el fútbol de antes...

Colchoneros


Papá, ¿por qué somos del Atleti? Es la eterna pregunta... y siempre queda sin respuesta. El aficionado rojiblanco es un alma en pena que vaga por esta Tierra lamentándose de su mala fortuna. Es un sufridor que disfruta sufriendo, es un perdedor que encuentra placer en la derrota. Porque si no, ¿qué sentido tiene seguir siendo del Atleti? La fidelidad es para el matrimonio; en el fútbol lo que cuenta es ganar.

El colchonero se mueve por el agitado impulso del corazón, no por el timón de la inteligencia. Aunque una cosa quizá sea verdad: el día que gane el título que le toca vivir a cada generación ya no habrá quien lo baje del burro. Y morirá con su título -recuerdo de la infancia- y cuando pase a la otra vida conocerá por primera vez, si es que se ha portado bien, lo que es ser un ganador cada día.

En fin, como en el fondo quiero a los colchoneros os pongo una foto de su última, aunque ya lejana, etapa gloriosa. Desde aquí, mucho ánimo a los colchoneros.

domingo, 25 de octubre de 2009

Más misteriosas manías

Aparte de las ya comentadas, existen otras misteriosas manías bastante extendidas por ahí, aunque inconscientes o inconfesadas. Son la de los que cuando llegan a un bar con varias mesas libres siempre escogen una que esté pegada a la pared o la del que cuando anda por la calle va pisando en el centro de las baldosas. La primera tiene su inconsciente justificación en la búsqueda de protección e intimidad. La segunda no tiene justificación alguna más que la pura manía por el orden y la simetría, y es el paso anterior a la enfermedad...

El ascensor y el tiempo

Un clasicazo al que, aunque parezca mentira a estas alturas, todavía no nos hemos referido, es el de las conversaciones de ascensor. El tema estrella de diálogo es de todos sabido: el tiempo. Pues parece que ya ha llegado el frío, qué día más soleado hace, etc.

El tiempo y la pregunta por el piso al que va la otra persona dan para subir hasta cuatro plantas. Si el vecino va al quinto la cosa se complica, y el silencio incómodo no te lo quita nadie. En los casos de grandes edificios existe siempre la posibilidad de fingir que vives unos cuantos pisos más abajo; de lo contrario corremos el serio peligro de llegar a hablar de algo sustancial con el vecino, con el que nunca quisimos ni querremos intimar. Cada uno en su casa y Dios en la de todos, que dice el refrán.

Rajar

No sé por qué extraño motivo cuando estamos disgustados por cualquier motivo o el aburrimiento nos acecha, tenemos la costumbre de rajar, ya sea de personas o de instituciones. La verdad es que este hábito, siempre en su justa medida, creo que es hasta bueno para la salud. Eso sí: no vale estar rajando todo el día, sólo en situaciones de necesidad y siempre sin rencores. Rajar es como un parto: lo echas fuera y asunto arreglado. ¡Por algún motivo se inventó la expresión poner a parir...!

Palabras que llenan

Este clásico me lo ha inspirado una amiga, al comentar, como quien no quiere la cosa, que le encanta la palabra alteridad. Me ha hecho mucha gracia, porque todos tenemos algunas palabras sueltas que, por su sonido o por su contenido, se puede decir que nos llenan. Son palabras como creadas para nosotros: las consideramos casi de nuestra propiedad. Si no se hubieran inventado antes, las habríamos inventado nosotros.

Algunas de mis favoritas: magnanimidad, frenesí, franqueza, demencial, magnífico, glorioso, formidable, soberbio, rocambolesco y... ¡tantas otras!

jueves, 22 de octubre de 2009

Agoreros


Estos resentidos siempre están con la misma historia:
son unos agoreros.

La 2

Continuando con el mundo televisivo, es preciso no hacer la vista gorda a un fenómeno nacional muy curioso, como es el caso de La2. Creo que sería conveniente abrir una investigación policial para descubrir quién fue el tío que tuvo la idea de crear esta cadena. Los únicos a los que les gusta, que hay que buscarlos con lupa, son personajes bastante aburridos capaces de acabar con la mejor fiesta del mundo a base de colocar a la gente el último documental emitido. Creo que en España habría menos suicidios (además de menos gasto público, aunque tampoco demasiado a juzgar por la calidad de los reportajes) si se cerrara La2. Por favor: ¡háganlo!

La señora de la bata

Ya que hablamos de telediarios, creo que merece un capítulo aparte esa vecina del cuarto que tras un caso de violencia doméstica atiende a las cámaras en el rellano de su casa, con la hermana chupando objetivo por una rendija de la puerta que ha quedado abierta a la espalda de aquélla.

"Ay que ver, quién lo iba a decir. No, si parecía un matrimonio mu normal, así tan jovencitos... ay, Dios mío, espere hijo (sollozos perfectamente fingidos). Pues, como le digo, en todo este tiempo, nada raro... Hombre, si que es verdad que de vez en cuando se oía algún grito que otro así más fuerte, pero claro, ¿quién iba a pensar qué...? Yo reconozco que alguna vez lo comenté con Antonia (la del quinto), pero, claro, cómo íbamos a saber nosotras nada...".

Y sigue pontificando sobre las vidas ajenas durante una hora más envuelta en su bata rosa claro con los brazos cruzados, pero la noticia no puede ocupar más de 30 segundos.

Telediario


Cuando uno ve el telediario parece que estén repitiendo el del día anterior. Insultos políticos, trama de corrupción, judíos y palestinos, inmigrantes en patera, mujeres maltratadas, asesinato escabroso, fútbol, otro deporte que cambia según el día de la semana, el tiempo y variante de la cadena en cuestión (gastronomía de A3, pompa al Gobierno de TVE y de Telemadrid, Cuatro sigue con los deportes, Tele5 ya no sé si sigue existiendo y La Sexta te da la brasa con su programación del día). He aquí la falsilla de cualquier noticiero. ¿Así son las cosas? En todo caso, así nos las habéis contado.

Tabaco negro

Mucho he dudado (sin llegar a perder el tiempo pensando demasiado en algo tan trivial) si el clásico que pretendo abordar realmente lo es o no. Así que si alguien se siente identificado, que sepa que me daría una gran alegría y que seríamos grandes amigos.

Se trata de una costumbre que perdí hace dos años y que en el que corre pretendo recuperar. El uso en cuestión consiste en fumar tabaco negro cuando hace frío. Y es que creo que, por sus cualidades, el tabaco negro está hecho para esta época. Su sabor fuerte es lo que piden nuestros tiritantes pulmones, su intenso aroma nos recuerda que aunque haga frío siguen existiendo olores...

En términos alcoholísticos: el tabaco rubio es un cóctel de frutas y el negro un vodka y, si además es Ducados, importado de la Madre Rusia. En terminos gastronómicos: el rubio es un gazpacho andaluz y el negro un cocido madrileño.

Propósito para los días de frío: tomar cocido, beber vodka y fumar trujas.

Entrañable otoño


Indiscutiblemente, el otoño ya ha llegado. Es un lugar común relacionar el otoño con la tristeza, así que huiré del tópico porque, además, a mí no me inspira pena. El otoño es más bien una estación entrañable, porque recuperamos cosas importantes que, tras varios meses de calor, ya echábamos de menos:

Los pantalones de pana, los calcetines de rombos, los zapatos de cordones, la mantita todoprotectora en el sofá de casa mientras afuera el vendaval nocturno azota las ramas de los árboles, el suelo mojado, el golpe de la lluvia contra los cristales, las hojas en el suelo, los paisajes marrón claro y tantos otros clásicos otoñales sin los cuales la palabra entrañable se nos haría casi ininteligible... Se podría decir casi que en otoño, qué paradoja, hace un agradable calorcito.

martes, 20 de octubre de 2009

El domingo de Juanxo

No me resisto a dejar un enlace al blog de mi amigo Juanxo que encaja muy bien en la política de esta casa. Trata de los clásicos dominicales, y es vital leerlo y, valga la redundancia, vivirlo:

Le propongo un atajo para la felicidad. Es domingo. No mire el...

Enviar una carta

Hace un tiempo hablábamos de la ilusión que supone recibir una carta. Ahora toca ver el asunto desde el otro lado: enviarla.

Me atrevería a decir que enviar una carta es una de las tareas más difíciles que hay en este mundo: yo lo pondría como requisito obligatorio para ser, por ejemplo, Presidente de los Estados Unidos. Porque el que en algún momento ha enviado una carta ha tenido que superar una serie de dificultades que, aunque absurdas y pequeñas -y quizá precisamente por eso-, no son nunca fáciles.

Antes de empezar, conste que hablo de una carta enviada por pura amistad, porque si hay interés económico en enviarla, bien sabemos que perdemos el trasero por enviarla (basta ver a los bancos o a las compañías eléctricas, que abarrotan nuestros buzones).

Lo primero de todo es escribirla: al que lo haya hecho le damos el aprobado. Pero, como bien sabemos, comenzar es fácil, y lo importante es acabar bien las cosas. Las dificultades serias comienzan cuando hemos doblado la carta y advertimos que no tenemos sobre. Buscamos por toda la casa y... nada. El que en este momento se va a la papelería más cercana y compra uno ya ha obtenido el notable alto. Pero lo más humano suele ser dejar pasar unos días, en los que no olvidamos la compra que tenemos pendiente, pero misteriosamente no la hacemos. Hasta que la hacemos: un notable bajo.

Pero he aquí que ahora viene el dichoso sello: mira que vamos todos los días al estanco a comprar tabaco y, sin embargo, quizá por rutina, sólo nos acordamos del sello cuando salimos de la tabacalera. Entonces pensamos: mañana lo compro. Ni que decir tiene que el sobresaliente está automáticamente concedido al que compra el sello el mismo día que el sobre. El que se retrasa obtiene el notable alto si finalmente adquiere la estampilla en un tiempo inferior a diez días.

Y, por fin, la matrícula de honor para el que nada más salir del estanco va en busca del primer buzón y echa la carta. Para el que ha actuado con poca diligencia, toca hacer un trabajillo extra para alcanzar el sobresaliente: reescribir la carta que, un mes después, suena como si mañana el periódico nos anunciara la muerte de Franco; vamos, que se ha quedado un poco anticuada.

En cualquier caso, qué duda cabe que lograr el objetivo de enviar una carta merece siempre el sobresaliente y, sobre todo, la pena por la alegría que le damos al que la recibe.

lunes, 19 de octubre de 2009

Otro grande


La verdad es que prefería a Andrés Montes comentando el basket que el fútbol, deporte éste último al que, en mi opinión, a veces daba más emoción de la necesaria. Sin embargo, en fútbol o en basket, ¿a quién no ha hecho reír alguna vez este hombre? Por eso hay que reconocer que es un clásico, un grande, otro grande que se nos va...

domingo, 18 de octubre de 2009

Manifestaciones


Las personas, como animales políticos que somos, necesitamos compartir nuestras cosas con las demás personas. Por ese motivo, ante la perspectiva de una manifestación cuya causa compartimos sentimos el impulso de sumarnos a ella. Decididos a asistir, pasamos la semana anterior como con una cierta ilusión de que llegue pronto el acontecimiento y con la imaginación -la loca de la casa, que la llamaba una vieja amiga- idealizamos el encuentro futuro y así las ganas y la ilusión aumentan.

Y llega el día de la manifestación. Entonces, nos encontramos ante una serie de incómodas realidades que, ingenuamente, no habíamos previsto: llegamos tarde porque el acceso estaba imposible, hace calor o llueve, estamos apretujados entre la gente y una viejecita no para de dar empujones con el bolso y, además, no va bien la megafonía y no nos enteramos ni del nodo.

Total: que pasada media hora, en el momento en que uno siente la abominable tentación de golpear a la viejecita del bolso, parece que ha llegado el momento de ahuecar el ala en dirección al bar más cercano. Y entonces, mientras el primer trago de la helada cerveza golpea nuestra seca garganta como una lluvia torrencial el suelo de Almería, nos reconciliamos con el mundo, con nuestra causa y, unos más que otros, hasta con las manifestaciones.

miércoles, 14 de octubre de 2009

El mus

El pasado puente del Pilar tuve la ocasión, después de mucho tiempo, de volver a jugar al mus. Este clásico deporte nacional es grande por las virtudes que requiere para llegar a ser un buen jugador: discreción, honradez, compañerismo, audacia, prudencia y tantas otras.

Y es que si hay algo denostado en el mus son los charlatanes, los tramposos, los que se enfadan con su compañero, los que siempre envidan a chica y los que a la primera de cambio se lanzan a un órdago.

En cambio, qué gusto da jugar con los que saben estar mudos ante los clásicos comentarios desestabilizadores de la pareja rival, los que respetan el mus corrido y sin señas o no cambian esa carta cuando el resto no mira, los que con dos pitos envidan a la grande y dejan que la chica se escape y los que, tras haberse marcado un farol, saben rectificar a tiempo no lanzándose a un órdago imposible.

Por todo esto, me gusta el mus.

lunes, 12 de octubre de 2009

Aplausos


En honor a mi amigo Paco he de escribir acerca de un clásico criticable, y es que ¿por qué narices cuando un avión aterriza los pasajeros aplauden al piloto? Es como si cuando vamos al notario le aplaudimos nada más echar la firma... Cumple con su deber. O aplaudimos a todos o no aplaudimos a ninguno. Brindo por los trabajos bien hechos que no reciben el aplauso de las multitudes.

sábado, 10 de octubre de 2009

Cosas de chicas

Una de ellas se la oí a un cura y me hizo gracia: se trata del gran clásico de las peleas entre hermanas por la ropa. Suelen prestárselo todo sin problemas, pero una vez al mes (no quiero decir con qué periodo puede coincidir) salta la mecha y se desata una discusión olímpica por su duración y por su volumen. Y es que los hombres también discutimos, pero a los dos minutos ya nos hemos cansado...

La otra cosa de las chicas que hoy quiero abordar es la mítica costumbre de ir de dos en dos al baño. Han corrido tantos ríos de tinta sobre este clásico... y, sin embargo, seguimos sin tener la certeza de una explicación científica a semejante conducta. Mysterium feminarum...

Misteriosas manías


No repara uno en tenerlas hasta que va al Opencor con un amigo a comprar la prensa y un Aquarius de naranja y ve lo que el amigo Jaime hace para conseguir el refresco y el periódico. Me refiero a dos misteriosas manías: una es la de coger siempre las bebidas que están al fondo de la nevera; se supone que están más frías y esas cosas. La otra me hace mucha gracia: cuando vamos a comprar el periódico nunca cogemos el que está arriba del todo. La explicación es sencilla: ése es el que todo el mundo soba. Son clásicos de supermercado, de kiosko, de domingo por la mañana, de barrio. Por eso me encantan.

jueves, 8 de octubre de 2009

Bajadas de pantalones

Estoy de vuelta entre vosotros. En primer lugar para agradecer a Drulo su cariñoso artículo.

Y lo hago con el run-run que traigo las últimas semanas.

Cuando el ángel haga sonar la trompeta y nos veamos las caras en el valle de Josafat, para aclarar un poco lo que es todo este tinglado, se nos ofrecerá un menú. Tranquilos: no es que solo se pueda pedir primer plato y segundo plato y postre. No será algo así del tipo "o esto o lo otro". Creedme: el menú de contenidos del Juicio Final será amplio, pero lo mejor es esto: hay tiempo para todo. Será como un buffet libre con toda la tarde por delante y sin haber desayunado...

En fin, comparaciones aparte: lo único que nos cabrá elegir será el orden de los factores, según las preferencias. Que el Cielo no es igual para todos: solo faltaba.

Mi primera opción será: ver bajadas de pantalones de la historia.

Seré breve: la historia (del mundo, o de este país si lo preferís) se bifurca en caminos alternativos cada vez que a algún hombre (o mujer) se le presenta la posibilidad de hacer el bien y ser leal a sus compromisos -por un lado- o ceder de alguna manera ante diversas presiones, y bajo cualquier excusa -pocas veces se reconoce con claridad- el protagonista de la historia se "baja los pantalones".

¿Ejemplos? No sé. El otro día vi "un hombre para la eternidad" (la historia de Tomás Moro y el cisma de Inglaterra). Y allí se ve a muchos personajes cometer iniquidades. Pero justo aquellos que podrían haber opueso resistencia, cedieron ante la "presión" (palabras de Wolsey-Orson Welles), quien no aceptaba "ninguna oposición". Tomás Moro y Juan Fisher (obispo, uno entre decenas) dieron la cara -en el caso de Moro evitando por todos los medios tener que darla gratuitamente-, y les quitaron la cabeza (y antes: familia, fortuna, honra, libros, etc).

Richard Rich, sinónimo de traidor, que perjura para entregar a Moro a cambio de ser el "recaudador de impuestos de Gales", se mereció el siguiente comentario del inminente mártir: "¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo, si pierde su alma? Pero... si es por Gales...". Fue luego Lord Canciller de Inglaterra: todo lo que su sangre plebeya podía aspirar a ser.

Pero el problema no son los burdos traidores. Los débiles trepas que se venden al diablo. Lo duro es el caso de aquellos que constituidos en algún tipo de autoridad, a quienes se les supone la misión de dar la cara y defender a los débiles -que no podrían por sí mismos soportar la presión de los tiranos-. Estos destacados miembros de cualquier sociedad son los que -literalmente- se bajan los pantalones.

La historia, decía, se escribe así. A golpe de aflojar el cinto y dejar que los tergales se escurran de modo distraído, piernas abajo.

O bien, con la terquedad de la hebilla que se queda anclada en su ojal. Sin dejarse engañar. sin ceder un ápice (se empieza alargando el cinturón un poco para dar cabida a una comida opípara, a una bebida excesiva, o a una cómoda postura repantingada).

Cuando en un país hay suficientes hebillas bien clavadas en el cuero, ese país aguanta en pie. Y la gente de bien con sus hombres fuertes protegiéndoles. Cuando, sin embargo, y como ha sido habitual, empieza el rumor de panas y algodones, los débiles quedan indefensos, y los pocos que aguantan lo pagan pronto.

En España el fenómeno de las bajadas de pantalones no es reciente. También hemos tenido demasiados trousers subiditos hasta el esternón, aún a costa de tiranteces inguinales, porque era la moda. el caso es que nunca hemos visto una cesión clamorosa como la inglesa del siglo XVI.

Pero hemos de juzgar los hechos. En este país, a la chita callando, muchos andan a pasos cortos y entre tropezones, por haberse bajado los pantalones. Y así nos va.

Es cuestión de subirse la bragueta, y apretarse el cinturón otra vez.

IB

miércoles, 7 de octubre de 2009

España llana y profunda


El pasado domingo me dio una de mis venas y me fui con dos amigos, Carlos y Juanpe, a una de las muchas ciudades de Castilla. No diré su nombre para no herir sensibilidades, ya que el lugar era de lo más aburrido y menos atractivo de España. Ciudad elegante en algunas zonas, eso sí. Lo que más nos llamó la atención fue que las calles estaban absolutamente desiertas en pleno fin de semana. España llana y profunda, diría Juanpe más tarde. La comida, por cierto, un diez, pero nos clavaron. Fue un consuelo que el camarero nos confesara que la gente de su ciudad es bastante rara.

Aunque fue una experiencia un poco lamentable, no me arrepiento de haber ido allí. Por dos motivos: primero, porque a pesar de todo es difícil que uno con sus amigos lo pase mal; segundo, porque conozco un poco más España y, por tanto, a los españoles. En el futuro, cuando me cruce con algún nativo de esta ciudad podré entender sus rarezas o su peculiar forma de ser, porque habré conocido el entorno en el que se crió. Eso sí: antes de volver me lo pensaré dos veces...

martes, 6 de octubre de 2009

Madrid inacabado

"Me moriré sin ver Madrid acabado", me dijo mi abuelo en una de las pocas conversaciones que recuerdo con él. Pasábamos en ese momento por delante de unas obras en el Paseo de la Habana. Ahora que yo he crecido y él nos ve desde arriba, le contesto: "Tranquilo, abuelo, yo también".

Amargados

Andaba esta tarde por la madrileña calle de Sagasta a la altura de la boca de metro de Alonso Martínez cuando, para desagradable sorpresa, un claxon casi revienta mis oídos. Como me quedé sordo pero no ciego, miré al coche del que había emanado tan estridente sonido y descubrí con disgusto que el tío que había tocado la bocina se encontraba parado en sexta fila de un semáforo en rojo...

Yo entiendo que se pueda tocar el claxon para avisar a alguien que puede chocar contigo, para hacer notar que el semáforo lleva unos segundos en verde o incluso para animar al de delante a que conduzca un poco más rápido. Lo que no entiendo, porque no tiene sentido alguno, es que un amargado pague sus desquicies porque el semáforo está en rojo con todos los coches que lo rodean y con los que vamos andando por la calle y con las abuelitas que están tranquilamente en sus cómodas casas de la calle Sagasta viendo el programa de Ana Rosa.

Total: ruego encarecidamente a los amargados que no nos toquen la bocina (sí, la bocina).

domingo, 4 de octubre de 2009

Paquita la del Barrio

Tengo el honor de presentar a una de las mujeres más clásicas y queridas de México: Paquita la del Barrio. Ídolo de masas, Paquita se caracteriza por sus canciones de desprecio a los varones. Es simplemente genial: