lunes, 25 de marzo de 2013

Fantasmas


Human kind cannot bear very much reality…

Hoy me he acordado de una anécdota vivida hará cinco años con Juanxo, un gran amigo de esos que podríamos calificar libremente como un descojone de tío. El caso es que por aquellos tiempos yo vivía en mi querida Valencia, la ciudad del Turia, las Fallas, las naranjas, la horchata y los Seat León con lunas tintadas. 

De vez en cuando recibía la visita de algún amigo, al que, como mandan los cánones ciceronianos, había que enseñar la ciudad. En una de esas ocasiones, Juanxo, valenciano de adopción, tuvo a bien acompañarme a enseñarle la ciudad a un amigo. 

De camino a la Plaza Redonda (muy recomendable para los que les gusten las piezas de cerámica) fuimos a parar a una calle que no tenía la menor trascendencia desde cualquier punto de vista. Fue ese el momento en que Juanxo, integrando en su aludida característica de descojone de tío la condición de fanstasma, miró a un edificio de esa calle y, ni corto ni perezoso, sentenció: "y este de aquí es el edificio más estrecho de Europa", lo que causó gran admiración en nuestro improvisado turista, que siempre podrá decir como curiosidad que ha visto el edificio más estrecho de Europa, lo que, como Juanxo me reconoció en un aparte, es una vil mentira.

Podríamos haber pasado por aquella calle sin más, mirando al suelo en silencio. Sin embargo, salimos de allí con una historia, por lo menos, curiosa, aunque no fuera cierta.Y es que sin los fantasmas que se inventan estadísticas, agrandan historias y evocan falsos recuerdos todo sería tan tediosamente real que moriríamos del aburrimiento. Necesitamos a los fantasmas.