miércoles, 13 de febrero de 2013

Se acabó el cachondeo

Llega un momento en la vida de un hombre en que, de repente, se acaba el cachondeo. Lo que se lleva tanto  tiempo oyendo a los mayores, un buen día, de la noche a la mañana, es un hecho incontestable, del que no cabe huir. Y de repente te ves con dolor en el cuello y cincuenta mil responsabilidades sobre tus hombros y... haces lo que puedes, con mayor o menor acierto, agradando a unos y desagradando a otros (ah, sí, hay que elegir, ya no vale el infantil pensamiento de contentar a todos)... Y llega el momento del cansancio, pero no hay tregua, los problemas siguen ahí, la gente sufre por lo suyo y no te puedes desentender, y renuncias a una vida cómoda que, por otra parte, no es demasiado factible si te quieres llevar algo a la boca y dormir con la conciencia tranquila (no todo va a ser desinterés). En fin, que son las ocho de la tarde de un miércoles de ceniza y estoy hasta los huevos. Ahí dejo, del tirón, mi particular desahogo. Suerte que es noche de Champions...

lunes, 11 de febrero de 2013

Benedicto XVI, el Papa de lo esencial

Se nos va Benedicto XVI. Es un clásico, una especie de exigencia histórica, poner una coletilla detrás del nombre de cada Papa, dos o tres palabras que condensen lo que cada Romano Pontífice ha aportado o supuesto: si León XIII era el Papa de los obreros, el beato Papa Juan XXIII pasó a la Historia como 'il Papa buono' y Juan Pablo II como 'el Grande.' 

Si echamos una ojeada rápida al legado que Benedicto nos deja, llama la atención un hecho: este Papa no ha hecho más que hablar de lo esencial: Jesucristo, el amor y la esperanza, siempre como cooperator veritatis, según su lema, y siempre con una llamativa humildad y honradez intelectual características poco comunes entre los intelectuales. Sus Encíclicas y libros lo atestiguan. Por todo esto, creo que el mejor calificativo para Benedicto XVI es el de 'el Papa de lo esencial.' Gracias por recordarnos lo esencial Benedicto. Te vamos a echar de menos. Otro clásico que se nos va... aunque, gracias a Dios, a la clausura, y no todavía al cielo.