Dicen que las bodas de la gente sencilla son las más divertidas, pues en ellas no hay que mantener una pose ni es preciso dejarse llevar por las inhibiciones: tiras arroz a los novios con todas tus fuerzas, gritas sin complejos que se besen, que se besen, etc, etc. En definitiva, sacas a pasear lo paleto que se esconde en tu interior por un día. Pues bien, a falta de bodas, tenemos estos días las victorias de España en el Mundial de Sudáfrica. El habitualmente cohibido individuo, escondido en el desorden generalizado, aprovecha -aunque tenga en su haber un rolls-royce y un apellido compuesto- para escapar de su anodina existencia y tirar petardos, tocar con psicopática y desacompasada fruición el claxon, gritar gol a pleno pulmón por la ventana de su casa y pasar el día fuera vistiendo una camiseta de deporte. Que viva España.
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