De la corta historia de los ascensores han surgido clásicos a patadas: el de hablar del tiempo con los vecinos, no saber dónde mirar, hacer el canelo en el espejo cuando vas solo, aprovechar el espejo para mirar a la vecina sin que resulte incómodo, el perro que casualmente "tranquilo, no muerde", el vecino que te deja el recado, etc.
Sin embargo, de todos los clásicos de los ascensores el que más me inquieta es por qué aceleran el proceso de la vejiga: es ponerse a esperar al ascensor y lo que hasta unos segundos antes era un tímido aviso, se convierte en unas irreprimibles ganas de... mear. Además, según vas subiendo las ganas aumentan, aunque parezca imposible, todavía más. Menos mal que no frecuento los rascacielos...
Hola
ResponderEliminarBuen día, me llamo Karina y soy administradora de un directorio de blogs y webs. Vi tu blog y me gustaría intercambiar enlaces contigo. Puedo agregar tu blog en mi directorio para que así nuestras visitas aumenten.
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Exitos
Karina Velez
Hola Druk: Soy Karino. Me alegra que sigas en la brecha. Necesitamos de tus chorradas de vez en cuando. ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡Un abrazo y al toro!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!111
ResponderEliminarKarino?? Jajaja. Gracias por pasarte por aquí de vez en cuando, eres de los pocos fieles, aunque la verdad es que eso me da más libertad para escribir chorradas cuando quiera. Me debes una foto con un chino de tapas en la Latina, no me olvido!!! un abrazo!!!!!!!!!!!!
ResponderEliminarbueno no sabia la super larga historia de los asensores entonces. jeje
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