No me resisto a dejar de lado otros clásicos juegos de playa, porque son esas "actividades de orilla", que diría una amiga mía en un ataque de pedantería, las que conforman ese ambiente que hace entrañables los recuerdos del verano.
Uno de ellos son las palas, que verano tras verano compramos para olvidárnoslas de nuevo en el siguiente viaje a la playa. Uno juega a las palas hasta que llega la típica señora amargada que dice que molestas. Entonces uno, como es un caballero, no la envía a tomar viento, y se da un chapuzón.
Cuando ya el sol está cayendo, es el momento de recolectar a la juventud circundante para jugar un partido de fútbol, al que al cabo de cinco minutos suelen pedir unirse tres gitanillos que pasaban por allí, y que suelen darle al encuentro un aire bronco, si es que no provocan que acabe en tangana.
También tenemos en la playa los juegos para niños, que siempre tienen un toque de rebozamiento en la arena: enterrarse, hacer un castillo de arena, un circuito para jugar a las chapas, etc, etc. Los jóvenes, por supuesto, también tienen su deporte específico, y es que el voley playa es muy útil para enseñar los músculos que tanto esfuerzo han costado...
Ah! Y la playa es útil hasta los días de viento: sacas tu cometa y echas el día pasándotelo como un enano.
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