domingo, 15 de enero de 2012

Floñarse o Días de chándal (Parte I)

El ser humano está creado para alcanzar las más altas cotas. Sin embargo, no es ser humano quien no tiene su día de chándal de vez en cuando. Y es que, con el ajetreo continuo al que nos somete la compleja vida moderna, es necesario -yo diría que una vez al mes es la medida perfecta- dedicar alguna jornada a lo que se podría llamar "floñarse", especialmente en los fríos días de invierno.

La cosa sería más o menos así: despertarse cuando Dios quiera, no levantarse hasta que por el olfato o los ruidos intuyamos que el desayuno ya está servido, atacar la mesa servida sin prisa pero sin pausa (no hay que tener miedo a tomarse diez tostadas de aceite, pero siempre de dos en dos), leer todos y cada uno de los artículos de la prensa. Llegados a este punto se introducen diversas variables: si es domingo habrá que pegarse una ducha de una hora en la que nos aprendamos de memoria lo que dicen los botes de champú y de gel (no vale salir sin los dedos arrugados) para poder asistir a Misa de dos como buenos cristianos; si no es domingo, podemos omitir la ducha por el momento y dirigirnos, ya con el chándal puesto, al sofá, donde un partido de la Premier o de segunda división B siempre son bien recibidos (las mujeres pueden aprovechar este momento para abrir el Hola o similares). Así ya hasta la hora en que el cuerpo nos pida comer.

Continuará...

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