Nada como estos días de vacaciones para recordar un clásico de los viajes: llevarse un libro o unos apuntes con el firme propósito de leer o estudiar. Los primeros días lo dejamos a un lado porque "hay que descansar". Pero a mitad de viaje nos entra una especie de cargo de conciencia que nos lleva a no separarnos del libro o los apuntes. Entonces lo llevamos bajo el brazo a los sitios más inesperados (lo de llevárselo a la playa para llenarlo de arena y no pasar de la primera página es de los más frecuentes), por si hay un hueco para dedicarle. Pero ese hueco, y lo sabemos, nunca existe. Al menos nos engañamos teniéndolo cerca en todo momento. Y al final, ocurre lo de siempre: el domingo por la tarde, a la vuelta, estudiamos el examen o acabamos el trabajo como podemos... y si lo único que queríamos era leer, ese libro nos acompañará en el próximo viaje para acabar corriendo la misma suerte que en el anterior... Y es que sólo existe un remedio, y aún así no siempre funciona: planificación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario