En los últimos años he tenido la suerte de conocer a muchos gallegos, y de hacerme un juicio sobre los elementos comunes a ellos. Como siempre, puede haber excepciones, pero el gallego en general es un tío evasivo, no por maldad, sino porque no tiene recetas exactas para todo.
Me explico: un gallego nunca te responderá a una pregunta sí o no (ya conocemos el famoso depende), porque tiene una visión de conjunto más amplia de lo normal que le impide llegar a una respuesta monosilábica. Por este mismo motivo, el gallego suele parecer pesimista: siempre ve todo lo que puede salir mal en un plan: no es que no quiera llevarlo a cabo, sino que advierte previamente de los inconvenientes que pueden surgir. Como en el resto de España solemos ser irracionalmente optimistas, nos viene muy bien un gallego, porque así se equilibra la balanza.
El gallego, además, es un tío que se ha pasado la vida bajo lluvias finas y constantes y cielos oscuros, lo que explica lo dicho y además arroja una respuesta a por qué los gallegos sienten esa extraña atracción por las meigas, la queimada y todo lo relacionado con la muerte, los rituales y la oscuridad.
Por último, no hay que olvidar la inteligencia política de los gallegos: si investigamos un poquito nos quedaremos asombrados del enorme número de gallegos que han estado o que están en política, en España... y en América. Lo que ocurre es que, como son discretos, nadie se da cuenta.
Ondiñas veñen e van, non te embarques rianxeira, que te vas a marear!
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