¡Con cuánta ilusión montamos el belén en nuestras casas a mediados de diciembre... y cuánta pereza da quitarlo al acabarse la Navidad! El solo pensamiento de tener que hacerlo nos paraliza. Tanto corcho, las luces, cada figurita... buf, mejor lo dejamos para mañana, cuando aparezcan las cajas en las que estaba todo guardado. Esperemos que este año no nos coja febrero con el musgo amarillo. Además, hay que desmantelar corriendo el portal, que el cabrón de Herodes está al acecho...
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