lunes, 28 de febrero de 2011

Excusas

Es inherente al ser humano alzar la excusa cuando llega tarde a una cita. Está la velada (por razones que no vienen al caso), la grave (por razones de fuerza mayor), la amnésica (se me había olvidado), la circulatoria (el manidísimo y siempre falso atasco), la familiar (el niño se ha puesto malo), y así un largo etcétera. Todo con tal de no ser sincero y pedir perdón. Por eso cada día admiro más la respuesta que le oí a un tío mío un día que llegó tardísimo a una conferencia que debía impartir y a la que yo asistí: "Lo siento mucho. No tengo excusa: me estaba echando la siesta y me ha apetecido quedarme un ratito más". Hubo descojone en el auditorio y la falta quedó olvidada entre las risas. Qué grande.

martes, 1 de febrero de 2011

El sol de enero


Ahora que acaba de terminar enero, hablemos de uno de sus mayores encantos, que no es otro que... el sol. Sí. Si nos fijamos bien, el sol no es patrimonio exclusivo del verano ni de la primavera. Enero se hace bastante llevadero gracias a ese sol que aparece al mediodía y que es un reflejo de la esperanza: en medio del frío, salimos de la sombra de un edificio, doblamos una calle, se mueve una nube y... ahí está, el sol de enero, lejano pero suficientemente intenso, que nos da ese reconfortante golpecito de calor en el estómago, que nos deslumbra los ojos de miedo que deja el frío, que nos saca una sonrisa de esas que no suenan... y entonces adquirimos la certeza de que llegará el verano, de que llegará el final de la cuesta de enero o, al menos, de que llegaremos al final del día.

El placer de fumar

Ahora que no está de moda, ahora que pisotean nuestra libertad, ahora que hay un talibán al frente de la Asociación Médica Colegial que propuso públicamente sin crítica alguna de nuestra rara sociedad que fumar con los hijos en el coche debiera considerarse maltrato, ahora que tenemos que alejarnos cien metros para fumar, ahora que las menores pueden abortar pero no comprar tabaco, ahora que un Marlboro cuesta casi lo mismo que un menú del Burger, ahora, en definitiva, que hay tanta hipócrita sensibilidad, es el momento, amigos fumadores, de recordar, ¡de disfrutar!, en cada cigarro el placer de fumar, y no abandonar. Y si lo dejas, que no sea por ninguno de los motivos antedichos, sino porque te da la, con perdón, jodida gana.

Cantar solo

Hay que cantar solo de vez en cuando para mantener la cordura: si es posible, desafinando y a gritos como un loco. Especialmente en los momentos de mayor tensión. En el coche, en la ducha, en una calle aislada: cada cual que escoja su espacio, pero que no deje de vivir una de las mejores experiencias de desfogue que nos brinda la vida. Y si alguien te pilla en esos momentos de necesaria intimidad explosiva... ríete, sin miedo a la locura, sin miedo al ridículo. Y que te quiten lo cantao.