lunes, 14 de abril de 2014

Madrid´s Tumbleweed

Hay algunos días de vacaciones en que Madrid, de repente, se vuelve un pueblo fantasma. Una ciudad de películas del oeste, de esas en las que aparece una solitaria bola de no sé sabe qué rodando por el suelo (por lo visto en Estados Unidos la llaman tumbleweed). No es sólo la menor cantidad de gente por sus calles lo que transforma la capital de España estos días. Hay algo más. Parece como si el aire también se parara. Me atrevería a decir que se para hasta el funcionamiento del cerebro, en un suerte de primaveral hibernación. Si las guerras son como me imagino, diría que la sensación que producen estos días en los que nos quedamos custodiando la ciudad, es la del solitario espectador del campo que atardece tranquilo después de haber acogido una intensa mañana de batalla, recogidos ya los cadáveres y trasladados los supervivientes a sus campamentos. Se intuye que algo grande e intenso ha ocurrido allí, casi puede oírse en el viento el eco de los gritos pasados y olerse el rancio olor de la entrega de los hombres. Y entonces queda en el alma un poso de sosegada amargura y desazón, sólo alterado por la recóndita intuición y esperanza de que mañana volverá la lucha al campo de batalla. Un aburrimiento bestial, en definitiva.