viernes, 23 de noviembre de 2012

Salir del trabajo


Decía Goethe (joder, qué forma tan pedante de empezar a escribir) que cuando había estado trabajando todo el día, un buen atardecer le salía al encuentro. Creo que se trata de uno de los clásicos más cotidianos y que más felices hacen a las personas.Sólo por esos atardeceres ya vale la pena esforzarse en el trabajo. Para el que ha dado lo mejor de sí durante el día, hasta la extenuación si la causa lo exigía, por la tarde, al salir del trabajo, nace un sol que calienta sin dar calor, acompañado de una suave y agradable brisa, hasta en los días más fríos y hostiles del invierno. Es la merecida recompensa del esfuerzo. La satisfacción que da el trabajo bien hecho. Intangible pero real. Entrañablemente moderada.

Ambulantes de Goya


Son muchos los días que bajo caminando Goya desde Alcalá para que me dé un poco el aire a la salida del trabajo. Y me da el aire, sí, pero suelo llegar de mal humor a la parada del autobús que cojo en la Castellana. El motivo son los cientos de miles de ambulantes publicistas, vagabundos, cooperadores de ONG´s y recaudadores de sangre de la Cruz Roja que me asaltan en lo que pretendo que sea un paseo agradable. Todo lo que tienen de nobles sus causas lo tienen de coñazo cuando se distribuyen una misma calle de dos en dos metros para abordar al personal. Suena fatal, lo sé. Pero hay que padecerlo para comprenderlo...