jueves, 27 de mayo de 2010

Desahogo


El otro día iba con Íñigo Belabarce dando un paseo por la monopoly-ística avenida de la Reina Victoria cuando detecté que mi acompañante andaba incómodo, colocándose constantemente unos calcetines de esos que se resbalan continuamente hasta dejar el talón prácticamente al descubierto. Entonces, harto, se paró en seco, se quitó los calcetines y enchufó con ganas una de dos en la papelera más cercana. Hasta yo me quité el peso de encima. Me acordé del día que quemé los apuntes de Historia del Derecho o de cuando tiré unos calzones viejos por la ventana sin pensar dos veces en las posibles consecuencias de mis actos. Y es que cuando acumulamos cosas inútiles, o aplicamos remedios drásticos de este tipo o acabamos con el síndrome de Diógenes. Y cuando nos deshacemos de esos pesos: ¡qué desahogo!

2 comentarios:

  1. Drulo, comentario brillante do los haya. Gracias pro consignar el nombre de tu amigo, un verdadero fenómeno y todo un español.

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  2. Anónimo, muchas gracias. Por cierto, el nombre que consigno es su nombre artístico, aunque quizá sepas a quién pertenece. Un saludo

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