sábado, 14 de enero de 2012

El misterio del escupitajo senil

Tras un largo periodo de ausencia, quizá motivado por la profunda depresión sufrida a causa de la última Champions conquistada por el F.C. Barcelona, tal y como atestigua precisamente mi último escrito, me dispongo a resurgir de mis cenizas y dar un nuevo impulso a los clásicos en este 2012 que ha dado comienzo.

Y qué mejor manera de hacerlo que recordando una legendaria costumbre de las abuelas anónimas con las que a diario nos cruzamos por la calle, cual es la de escupir cuando localizan un excremento canino en la orilla de la acera por la que circulan a la velocidad que los achaques sufridos les permiten.

Es todo un clásico del que apenas nos percatamos, quizá porque lo consideramos parte del paisaje al que se han acostumbrado nuestros ojos desde que somos pequeños. Lo mismo nos llama la atención ver a un niño corriendo por la calle que a una abuela lanzando su escupitajo... es algo normal. Sin embargo, esto segundo no deja de ser curioso. Las causas de esta reacción son un misterio en el que prefiero no ahondar (por no remover la mierda, más que nada).

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