miércoles, 18 de enero de 2012

Maldita crisis


Llegó de Irán a Madrid hace más de veinte años, tras combatir en primera línea de batalla en la guerra contra Irak, dejando atrás una familia y media vida. Una mano delante, ídem detrás. Persona curtida por la vida y acostumbrada a sacarse las castañas del fuego, abrió en el barrio de Chamberí el típico bar de desayuno de obreretes y de partidos de fútbol. En él se hizo español para los españoles; tanto, que renunció al nombre que le habían dado sus padres para pasar a ser Alberto, y se hizo tan madrileño que hizo de la tapa gratis una religión y de invitar de vez en cuando a una caña con una sonrisa en la cara una filosofía. Hasta la fecha, fruto de su trabajo constante, le ha ido muy bien.

Pero hoy he pasado por el bar de Alberto a comprar tabaco, para lo que necesitaba que me diera cambio y me activara la máquina. Pacientemente, me he sentado en la barra esperando a que terminara de hablar por el móvil para pedirle ambas cosas. Su conversación telefónica ha sido larga y apasionada. Alberto, abatido y un poco fuera de sí, vociferaba a su interlocutor: el banco. El resumen de la situación es el siguiente: a Alberto, en lo que ya es un desgraciado clásico de la crisis para tantos españoles de nacimiento o de adopción, le amenaza el banco (del que es fiel cliente desde hace veinte años y al que escrupulosamente ha pagado hasta la fecha mientras le hacían la pelota) con denunciarle porque se está retrasando en un pago, que no tiene modo de realizar en el tiempo que se le pide. Y le llevan llamando a diario con amenazas todos los días durante una semana. Vale que los bancos son un negocio, pero... no hay derecho (en el sentido más amplio y menos jurídico de la expresión).

Por eso, cuando he pasado hoy por el bar de Alberto se me ha caído el alma a los pies. Por eso, en el fondo da igual como quede el Real Madrid-Barcelona. Por eso, no tenemos derecho a quejarnos como niños mimados cuando no tenemos dinero para nuestras diversiones y caprichos. Porque Alberto sí que lo está pasando mal. Ánimo Alberto.

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