lunes, 16 de enero de 2012

Floñarse o Días de chándal (Parte II)

La comida tiene que ser lo suficientemente opípara como para que después de media horita (tras la correspondiente visita inconfesable a cierta habitación de la casa) nos entre ese sopor que resulta tan agradable cuando existe la posibilidad de paliarlo con una buena siesta. De lo contrario, una película del oeste o de Antena 3 y una mantita pueden servir de sustitutivo para inducir al sueño.

El resto de la tarde, puede transcurrir tranquilamente entre la cama, el sofá, el televisor, un libro y nuestras propias divagaciones. Después de un día de chándal como el descrito es muy importante volver gradualmente a la normalidad, por lo que es recomendable acabar con una cena ligera y una reparadora ducha de agua caliente en la que saquemos aquellas conclusiones higiénicas mentales que nos ayuden a sobrevivir hasta la próxima jornada de floñe. Ya en la cama, podemos volver a pensar en el ajetreo de la vida real.

Para terminar, dos recomendaciones para los días de chándal. En primer lugar, suprimir las relaciones sociales: no coger llamadas, no escribir correos... en una palabra, aislarnos. No sólo porque ese día no estamos nada presentables, sino porque hacer esto de vez en cuando es fundamental para que la terapia de floñarse surta su efecto reconstituyente. En segundo y no menos importante lugar, es definitivo elegir el chándal adecuado: la experiencia me demuestra que esos de nylon que son como resbaladizos (sí, los típicos de yonki) no aportan ni de lejos la misma sensación de calor y placidez que proporciona el entrañable chándal de lana.

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