
Si a primeros de diciembre empiezan a colocarse los decorativos navideños en los comercios, por estos días de mitad de mes la Navidad llega a las casas en forma de arbolitos, belenes, gordos papanoeles colgando de las puertas y calcetines del susodicho en las chimeneas.
Yo quería centrarme, de todas estas cosas, en el ritual de montaje del belén que, si bien es distinto en cada casa, suele encontrar en todas unos elementos comunes sobre los que me encantaría llamar la atención.

Otro asunto que siempre me ha llamado la atención en los belenes caseros es lo sorprendentemente cerca que se encuentran el portal de Belén y el castillo de Herodes: el rey debía de ser un poquito corto o estar bastante ciego para no saber dónde iba a nacer el Mesías... o quizá sólo sea que, ya que sólo podemos montar un decorado al año, queremos aprovechar para meter en él toda la historia de la Biblia: porque a veces encontramos incluso la escena de la anunciación a los pastores ¡y a la Virgen! Poco importa que ésta ocurriera nueve meses antes: ¡pá dentro! Además es una manera muy útil de emplear una de las siete figuras de María que tenemos...

En fin: ¡qué entrañable tradición la de montar un Belén en nuestras casas, aunque lo hagamos tan mal!
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