martes, 15 de diciembre de 2009

El belén


Si a primeros de diciembre empiezan a colocarse los decorativos navideños en los comercios, por estos días de mitad de mes la Navidad llega a las casas en forma de arbolitos, belenes, gordos papanoeles colgando de las puertas y calcetines del susodicho en las chimeneas.

Yo quería centrarme, de todas estas cosas, en el ritual de montaje del belén que, si bien es distinto en cada casa, suele encontrar en todas unos elementos comunes sobre los que me encantaría llamar la atención.

Uno de ellos es el de la desproporción entre las distintas figuras: en casi todo belén familiar se juntan las figuritas de la abuela materna con las del belén que compraron los padres las primeras Navidades conyugales y, cómo no, con aquellas de las que la parienta ha ido encaprichándose año tras año. El resultado final es un tremendo batiburrillo: un Niño Jesús de dos metros junto a una diminuta Virgen y un San José manco, cinco Baltasares hábilmente distribuidos por la extensa geografía palestina, casas más pequeñas que sus habitantes...

Otro asunto que siempre me ha llamado la atención en los belenes caseros es lo sorprendentemente cerca que se encuentran el portal de Belén y el castillo de Herodes: el rey debía de ser un poquito corto o estar bastante ciego para no saber dónde iba a nacer el Mesías... o quizá sólo sea que, ya que sólo podemos montar un decorado al año, queremos aprovechar para meter en él toda la historia de la Biblia: porque a veces encontramos incluso la escena de la anunciación a los pastores ¡y a la Virgen! Poco importa que ésta ocurriera nueve meses antes: ¡pá dentro! Además es una manera muy útil de emplear una de las siete figuras de María que tenemos...

Pero sigamos: ¿qué hay de esa duda que se plantea en nuestros hogares cuando, montado el árbol, vemos que ha sobrado un juego de luces de colores? ¿Al belén o no? Misteriosamente, el hortera de la familia siempre se acaba llevando el gato al agua y los hogares de Belén se convierten en burdeles...

En fin: ¡qué entrañable tradición la de montar un Belén en nuestras casas, aunque lo hagamos tan mal!

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