Después de todo el periodo de exámenes pensando ilusionado en el día en que se acaben, llega ese día y uno siente una extraña sensación de agilipollamiento y descoloque. Quieres irte de fiesta, pero lo que tu voluntad quiere, el cuerpo te lo impide. Claro, que en eso influye bastante el hecho de que te quedaras apurando el día anterior hasta las 5 de la mañana y que el examen haya terminado a las 2 de la tarde, la universidad esté medio vacía y tú no hayas comido y tengas que volver a casa en el autobús de las 14.30 porque se te ha ido el anterior. Pero tras una comida rápida, una siestecita de 20 minutos y un buen baño, la vida recobra sentido, y eres consciente de que estás de vacaciones. Y entonces se te queda la cara del tío del anuncio de Heineken...
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