
Hoy son las elecciones al Parlamento Europeo en toda España. Una vez más, el número de votaciones estará por debajo del 50% de la población española. Sólo quedan por debajo de estas elecciones las de las universidades españolas, en las que hay que dar gracias si los estudiantes que votan llegan al 10%.
¿Qué le ocurre a esta generación? Padecen el mismo tipo de pereza para votar que la que muestran los católicos tibios que no han conseguido arrancar para ir a Misa el domingo por la mañana: por la tarde se les hace muy cuesta arriba... y no van.
Pero si vamos más al fondo del asunto, creo que podríamos decir que lo que realmente le ocurre a esta generación de (no) votantes es que ha abdicado de su deber de construir el mundo en el que vive. Desencantada de una clase política continuamente inmersa en el ombligo de sus luchas de intereses partidistas, la generación actual ha dejado el gobierno de la Nación en manos de quienes tienen el poder cuatro años menos un día, también por ese día. Lo ha conseguido una clase política que sólo busca el ejercicio del poder por el placer del poder, no por el servicio a sus compatriotas.
Y yo me pregunto: ¿en qué se diferencia una democracia con tan bajos índices de participación ciudadana de una dictadura? Sólo hay una diferencia: mientras que la dictadura sojuzga a los ciudadanos con una presión externa a su libertad, la actual democracia ha desarrollado por medio de la propaganda una presión más sibilina, interna, que paraliza a sus ciudadanos ante la responsabilidad de tomar decisiones.

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