En las procesiones del Corpus sale lo mejor de España a las calles y los balcones. Las abuelas sacan orgullosas los reposteros pacientemente elaborados por sus abuelas cuando ellas eran aún unas niñas. Esos reposteros de fondo granate con una custodia bordada que tuvieron que esconder en la Guerra para no ser quemados.
Las calles más concurridas se cubren de flores y las aceras se llenan de sillas: siempre hay quienes llegan echan la mañana en una de ellas con el bocata o el tapergüer para que no les quiten el sitio.
Mientras se espera la llegada del Santísimo surgen los clásicos temas "ad hoc": que si el año que hice la primera comunión mi madre me trajo vestida de blanco, que si me parece que han cambiado este año el recorrido (a pesar de que casi nunca cambia) o, cómo no, que si qué custodia es la más grande del mundo (la de Toledo suele llevarse la palma, aunque luego siempre surgen nuevas más grandes, como con los que tienen un primo que ha sido campeón de España de pádel: o es primo de todos o todos menos uno se marcan el farol).
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