Todos lo hemos tenido alguna vez y muchos lo echamos de menos. Cuando te lo regalaban los Reyes y lo comparabas con los de tus amigos, casi te daba vergüenza llevarlo: son de esos complejos de la infancia que luego en la madurez se convierten en orgullo de clase (de la clase de la gente que lo ha llevado). El mítico Casio que podríamos llamar Illuminator es mucho más que un reloj: es una infancia.
Este reloj es más antiguo que ninguno y, sin embargo, en su ingenua sencillez, era más completo que casi todos. Marcaba la hora, tenía alarma, cronómetro y una luz muy socorrida y fácil de localizar. Pero su cualidad más importante era la delgadez. Con él podías jugar al fútbol, e incluso adentrarte en una cueva: luego, le quitabas la arcilla con agua -más ventajas, era acuático- y punto. Y qué decir de su sobriedad elegantemente llevada con el color negro, aunque ahora por lo visto los hacen de colores... es la postmodernidad.
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