Hace algún tiempo oí a un buen amigo hacer una afirmación que, de primeras, me provocó risa; luego, me dio qué pensar; y ahora la digo yo: los abuelos de ahora son todos santos.
Claro está que siempre hay excepciones, pero en general creo que esta afirmación es bastante cierta.
Una cosa está clara: nuestros abuelos son más recios, más austeros, más generosos, más trabajadores, más valientes, más felices y, sobre todo, más jóvenes que nosotros. Sólo tienen una preocupación: ¿qué les está pasando a los jóvenes de hoy en día, tan blanditos, tan burgueses, tan egoístas, tan vagos, tan cobardes, tan desgraciados y, sobre todo, tan viejos?
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