Elegantemente erguido, sobriamente negro y genuinamente hispano, el toro de Osborne lleva desde 1956 cortando los horizontes de nuestra variada geografía española.
Clásico entre los clásicos, el toro comenzó por ser un signo publicitario. En lo que se ha convertido después no hace falta decirlo. Pero el astado no siempre ha tenido una vida fácil: en 1994 un Reglamento aprobado por el Gobierno socialista -sin comentarios- ordenaba su retirada de nuestras carreteras. Un poder judicial por aquel tiempo bastante sano estimó que aquel toro debía permanecer por su interés estético o cultural. Navarra y Andalucía también colaboraron con su defensa de este símbolo.
Desde 1998 grupos nacionalistas derriban sistemáticamente el único toro situado en sus (perdón, en nuestras) tierras catalanas. Actualmente, el toro de El Bruc permanece derribado. Pero bien sabemos que el toro español es bravo: volverá a levantarse. Nadie podrá derribarlo. Porque el toro de Osborne no es un toro, es un símbolo que representa a aquellas personas llamadas españoles. ¡Viva el toro de Osborne!
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