De espíritu peleón, la mujer española no se deja amedrentar por las dificultades: lo que debe hacer, lo hace. Afanosa en lo doméstico y tremendamente familiar, la española nace preparada para ser madre de una larga prole de salvajes a los que hay que domesticar. Su gesto favorito son los brazos en jarra. Su carácter es reacio a la blandenguería y a la frivolidad: si te pasas un pelo, bofetón al canto; vamos, que no es precisamente lo que se llama una mujer fácil. Y es que ya lo decía la Tuna: la española cuando besa es que besa de verdad, y a ninguna le interesa besar con frivolidad. Es coqueta como todas, pero no aguanta la coquetería. Es sensible como todas, y sin embargo no soporta la sensiblería. Es amante como todas, y tiene en cambio ese raro odio hacia el amor que hay en España, que en realidad no es otra cosa que pudor. Contradictoria, pero coherente como ninguna. ¡Qué pasión la de la mujer española! Si hubiera ido a la guerra, ahora el mundo entero hablaría español.
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