Ya que hemos tocado el tema del ciclismo, conviene no olvidar otro clásico muy español. Se trata de cruzarse a un ciclista en cualquier carretera secundaria y cantarle aquello de Indurain, Indurain, Indurain... Hay dos clases de respuestas por parte de quienes reciben estos ánimos: la de cabrearse al pensar que le están tomando el pelo -como si le dijeran Corre, Forrest, corre- y la de los que se motivan recordando al navarro y se echan la bici a la espalda dando pedaladas con renovada motivación. Y cualquiera de las dos respuestas es correcta, porque cuando lo cantamos combinamos esa mezcla de cachondeillo y de compasión tan propia del carácter español.
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