Otro clásico de las bodas es el de los adolescentes que aprovechan la ocasión para destaparse como fumadores ante sus padres aprovechando el cachondeo generalizado. Es una ocasión que no hay que dejar pasar: pocas veces ve uno a su padre dándolo todo en la pista de baile. Pero para que cuaje lo de fumar delante de los padres es necesario algo un poquito más duro: encenderse un cigarro al día siguiente en el desayuno, como dándole ya carta de naturalidad al asunto. Para eso sí que hace falta valor. Pero si en ese momento no te dicen nada, has logrado tu objetivo: ya puedes fumar cuando y donde quieras.
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