No sé por qué extraño motivo siempre que te vas a una ciudad cualquiera de Castilla el plato típico es el cochinillo: será porque a los madrileños lo mismo nos dice Guadalajara que Valladolid. Sin embargo, el lugar en el que seguro que es típico el cochinillo es Segovia. El sábado pasado tuve la suerte de ir con unos amigos a tomar uno a Los Ángeles... de San Rafael.
Tomar un cochinillo en Segovia es continuar España: Velázquez perfectamente podría haber pintado una estampa de la comida que tuvimos y habría colado como del siglo XVII. Mesa grande a la sombra de un árbol del jardín, cacerola llena de sangría en la mesa de apoyo y el cochinillo ahí, en medio, mirando ya abatido a sus comensales.
En estas comidas es inevitable dedicar algunos minutos a hablar del cochinillo e incluso, si la cacerola se vacía, dedicar también un rato a explorar su fisonomía interna. Y luego, comentarios que se piensan pero no se suelen decir, salvo que se rellene la cacerola vacía: de lo que se come se cría, etc, etc.
¡El cochinillo ha muerto... viva el cochinillo!
Tomar un cochinillo en Segovia es continuar España: Velázquez perfectamente podría haber pintado una estampa de la comida que tuvimos y habría colado como del siglo XVII. Mesa grande a la sombra de un árbol del jardín, cacerola llena de sangría en la mesa de apoyo y el cochinillo ahí, en medio, mirando ya abatido a sus comensales.
En estas comidas es inevitable dedicar algunos minutos a hablar del cochinillo e incluso, si la cacerola se vacía, dedicar también un rato a explorar su fisonomía interna. Y luego, comentarios que se piensan pero no se suelen decir, salvo que se rellene la cacerola vacía: de lo que se come se cría, etc, etc.
¡El cochinillo ha muerto... viva el cochinillo!
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