
Los asuntos importantes los aplazamos para ponderarlos con ella. Ella es la primera conocedora de nuestras más decisivas decisiones. Ella es la más maltratada en nuestros enfados, y la que luego siempre se lleva los llantos. El contacto con ella nos hace recordar que ya no es necesario fingir nada, pues con ella estamos solos y a oscuras. Ella es la mejor escuchadora, la que nunca interrumpe. Y con todo, en muchas ocasiones nos agradece, nos reprocha o nos sonríe.
Y es que si dicen que la conciencia es el altavoz de Dios en el alma del hombre, yo añadiría que el enchufe del altavoz es la almohada...
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