sábado, 23 de mayo de 2009

Volver a fumar

La relación del fumador con el tabaco es como con la parienta. Enamorado al principio por la novedad, fumas feliz sin reparar en nada más. Pero cuando pasa un tiempo, te das cuenta de que toses, te cuesta correr y fumas sin ganas. Viene la tentación de dejarlo. Y hay quien lo deja.

Comienza entonces, amigos míos, el calvario. Empiezas a echarlo de menos, recuerdas que él siempre ha estado presente en los mejores y peores momentos de tu vida y te consumes por su ausencia (estás como pez fuera del agua, trepando de nervios por las paredes y mendigando humo ajeno). Notas la curiosa sensación de que te falta el aire. Es como haber perdido a un gran amor.

Y decides volver con él. Y él vuelve como nunca: el primer cigarro entra hasta el fondo de los pulmones, te llena de esa energía que tú pensabas que te quitaba e incluso te coloca un poquito, como la primera vez. Él siempre estuvo ahí (en el estanco); nunca te abandonó. Y prometes que no volverás a abandonarle.

Pocas sensaciones hay en esta vida como la de volver a fumar. Es como volver a nacer. A Dios gracias por el tabaco.

5 comentarios:

  1. A ver si tú nos dices pronto algo... ya sabes que Belabarce y yo te damos una tribuna en esta casa cuando quieras.

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  2. Gracias, Romero, a ver si te animas a escribir algo...

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  3. Hay momentos, situaciones en que lo echo mucho de menos...pero más puedo yo, jajajajajajaja!!!

    Dos años y unos meses sin probarlo...y espero seguir, que si un día doy una calada... no lo cuento...

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