
Comienza entonces, amigos míos, el calvario. Empiezas a echarlo de menos, recuerdas que él siempre ha estado presente en los mejores y peores momentos de tu vida y te consumes por su ausencia (estás como pez fuera del agua, trepando de nervios por las paredes y mendigando humo ajeno). Notas la curiosa sensación de que te falta el aire. Es como haber perdido a un gran amor.
Y decides volver con él. Y él vuelve como nunca: el primer cigarro entra hasta el fondo de los pulmones, te llena de esa energía que tú pensabas que te quitaba e incluso te coloca un poquito, como la primera vez. Él siempre estuvo ahí (en el estanco); nunca te abandonó. Y prometes que no volverás a abandonarle.
Pocas sensaciones hay en esta vida como la de volver a fumar. Es como volver a nacer. A Dios gracias por el tabaco.
bien dicho!
ResponderEliminarA ver si tú nos dices pronto algo... ya sabes que Belabarce y yo te damos una tribuna en esta casa cuando quieras.
ResponderEliminarBuenísimo!!
ResponderEliminarGracias, Romero, a ver si te animas a escribir algo...
ResponderEliminarHay momentos, situaciones en que lo echo mucho de menos...pero más puedo yo, jajajajajajaja!!!
ResponderEliminarDos años y unos meses sin probarlo...y espero seguir, que si un día doy una calada... no lo cuento...